sábado, 4 de enero de 2014

Ahora somos 2.

Durante mi estancia en Jalapa, además de estrechar los lazos afectivos con mi hermana, tuve oportunidad de convivir con una peluda adorable, en casa le llamaron Wawis. El nombre responde a un apodo que mi papá le puso a mi hermana Laura cuando era niña. La enana en cuestión es una perrita Chihuahua color miel. Cuando yo la conocí era una perrita de apenas 6 meses y entablar lazos de amistad con ella fue sumamente fácil a pesar de la opinión que muchos tienen y que yo misma tenía al respecto de esa raza.

Todos los fines de semana que regresaba a la ciudad sentía grandes deseos de llevarla conmigo, sin embargo la peluda era la mascota de mi sobrinito de 4 años, cada que regresaba a Jalapa, mi hermana me decía que la perrita estaba inquieta cuando no estaba en la casa, que lloraba por los rincones de la casa buscando "algo".

Cuando llegó el momento de regresar al D.F. sabía que tendría que alejarme de la peluda y que no había cosa que pudiera hacer. Finalmente al cabo de mes y medio me hermana me escribió diciéndome que la perrita no podía seguir en la casa porque a mi sobrino le estaba generando resequedad nasal y que si yo quería podía ir por ella y tendría a partir de entonces una compañera de vida.

Sinceramente el momento era todo, menos oportuno para hacer el desembolso que implicaba viajar, pero la preocupación disfrazada de hostilidad que mostró mi mamá por que en ese momento yo pudiera hacerme responsable de una mascota, se tornó en el empujón necesario para ir sin más titubeos por la enana.

Hoy somos dos en esta casa, regresar a casa no volverá a ser lo mismo, hoy sé que hay quien espera que vuelva...  en pocas palabras estoy convencida que ese dinero que gaste para poder ir por la enana fue poco aún en las circunstancias en las que me encuentro y eso me lo dicen sus ojitos y las fiestas que me hace cada que regreso a casa.

Bienvenida Wawis a ser parte de los ecos de mi vida.

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