sábado, 18 de enero de 2014

Sólo una reflexión


Tengo algunas cosas pendientes en el tintero por escribir y compartir en este espacio, algunas ya las he empezado a trabajar, pero esta noche me inquieta de sobremanera la situación laboral en la que me encuentro. Pronto serán casi 4 meses sin trabajar y de sobrevivir milagrosamente pudiendo pagar la renta, pero acumulando deudas. 
El día de hoy he ido a una entrevista que me consiguió mi mamá con uno de sus clientes que trabaja para una empresa que requiere de 4 gerentes para el área de banco, amablemente el hombre se ha ofrecido a ayudarme a entrar a la empresa, sin embargo, el horario de trabajo me hace poner en entredicho el poder continuar en el inglés al que poco a poco le ido tomando gusto por aprenderlo. Me pongo a pensar en la situación y sin duda no puedo dejar de pensar y sentirme arrinconada en un país en el que las oportunidades cada vez son menores y poco mejores en cuanto a ingresos para las personas mayores de 30 años, aún cuando tengan la licenciatura.
Por un momento consideré la posibilidad de tomar el empleo, en tanto continúo la búsqueda de una mejor oportunidad, sin embargo considerando una jornada de prácticamente 12 horas diarias, con dos horas de comida y tiempo prácticamente para nada más que dormir, me siento entre la espada y la pared. Casarme con una empresa de esa forma a cambio de un sueldo que a penas me alcanzaría para vivir, no estuvo nunca contemplado dentro de mis ambiciones profesionales, pensar en tener un horario totalmente esclavizante no es un panorama agradable para ningún ser humano, independientemente de su formación académica.
Esto me lleva a pensar en qué características de personalidad y entorno familiar tienen las personas que se ven obligadas a tomar ese tipo de ofertas laborales.
En lo personal me resisto a formar parte de un entramado laboral de esas características, aún cuando nunca lo he intentado, alcanzo a darme cuenta que más rápido que pronto desarrollaría un sentimiento de gran frustración y tristeza al no poder hacer otra cosa que pensar en el trabajo.

No se necesita ser experto en temas de sociología para deducir que muchos problemas de la descomposición del tejido social de mi país tiene que ver con la existencia de empleos que alejan de la familia al empleado y que venden a diestra y siniestra la idea ilusoria al empleado de que tiene la "oportunidad" de integrarse a "una gran familia laboral". ¿Y cómo no, si no queda tiempo ni para ver a la propia familia? y digo tampoco es que en mi caso sea una mujer de mucha convivencia social o familiar, más bien siempre busco estar sola en casa y eventualmente salir, pero digamos que ni tiempo ni ganas me quedarían de llegar a ver a la peluda de la Wawis. 

En mi caso, he decidido declinar la oferta, más que por gusto por la resistencia de verme a mi misma en esas condiciones. Si bien tengo total y absoluta necesidad de un empleo, lo cierto es que no conozco a ninguna especie de ave que entre por gusto a una jaula cuando su naturaleza es volar. Si bien es cierto que nunca he sido de vuelos muy altos, lo cierto es que gracias a Dios siempre he podido elegir el cielo en el cual intentar extender mis alas. 

Asumiré el riesgo pues, hasta encontrar una oportunidad con la que pueda dar cobertura a las necesidad económicas que estoy generando además de las cotidianas sin poner en riesgo la existencia de mi naturaleza. Digamos pues que no es miedo a la jaula, es amor al aire. 










sábado, 4 de enero de 2014

Ahora somos 2.

Durante mi estancia en Jalapa, además de estrechar los lazos afectivos con mi hermana, tuve oportunidad de convivir con una peluda adorable, en casa le llamaron Wawis. El nombre responde a un apodo que mi papá le puso a mi hermana Laura cuando era niña. La enana en cuestión es una perrita Chihuahua color miel. Cuando yo la conocí era una perrita de apenas 6 meses y entablar lazos de amistad con ella fue sumamente fácil a pesar de la opinión que muchos tienen y que yo misma tenía al respecto de esa raza.

Todos los fines de semana que regresaba a la ciudad sentía grandes deseos de llevarla conmigo, sin embargo la peluda era la mascota de mi sobrinito de 4 años, cada que regresaba a Jalapa, mi hermana me decía que la perrita estaba inquieta cuando no estaba en la casa, que lloraba por los rincones de la casa buscando "algo".

Cuando llegó el momento de regresar al D.F. sabía que tendría que alejarme de la peluda y que no había cosa que pudiera hacer. Finalmente al cabo de mes y medio me hermana me escribió diciéndome que la perrita no podía seguir en la casa porque a mi sobrino le estaba generando resequedad nasal y que si yo quería podía ir por ella y tendría a partir de entonces una compañera de vida.

Sinceramente el momento era todo, menos oportuno para hacer el desembolso que implicaba viajar, pero la preocupación disfrazada de hostilidad que mostró mi mamá por que en ese momento yo pudiera hacerme responsable de una mascota, se tornó en el empujón necesario para ir sin más titubeos por la enana.

Hoy somos dos en esta casa, regresar a casa no volverá a ser lo mismo, hoy sé que hay quien espera que vuelva...  en pocas palabras estoy convencida que ese dinero que gaste para poder ir por la enana fue poco aún en las circunstancias en las que me encuentro y eso me lo dicen sus ojitos y las fiestas que me hace cada que regreso a casa.

Bienvenida Wawis a ser parte de los ecos de mi vida.